Juana y Juan

Juana y Juan

— ¿Estas segura que no te vas arrepentir?

—No, no, si esto es lo que más deseo. Quiero salir de aquí y que mejor que con vos. Pero, ¿y vos? ¿No me vas a sacar de aquí solo para hacerte de mí  y después me dejas tirada como calcetín mojado?

—No Juana, como vas a creer vos. Si desde la primera vez que te vi quede prendado. Sos la cecina de mi tamuga, la canela y el clavo de mi pinolillo.

—¡Ay vos! Juan las cosas que me decís.

—No te preocupes por nada, ya te he dicho que tengo todo preparado. Vamos a estar escondidos como una semana en la finquita de mi tío, hasta que se les pase a tu papa y tu mama la rabia. Después, ya tengo un terrenito, voy a trabajar fuerte para construirte una casita bien linda, como a vos te guste.

—Ay Juan, ya quiero que estemos por fin juntos para siempre.

—Pronto amorcito, pronto. Y ve, recordá irte ligerita de equipaje que vos sabes que mi lancha es pequeña  y no aguanta mucho. Solo llévate algunos trapitos y después conseguimos más.

La Juana le dijo que si con un movimiento de cabeza, tímido y coqueto.

— Ya sabes pues yo vengo a las dos de la mañana, estate pendiente que te hago señas con las luces, salite calladita, ah y dale de comer al perro para que no haga bulla ese jodido. Trepamos tus calaches, te monto a la lancha, arrancamos y listo amor.

La Juana apretó con fuerzas las manos de Juan en señal de aprobación.

Después que se dieron un beso temeroso, Juan se despidió de largo del papá y la mamá de Juana que estaban sentados en unas mecedoras en el porche de la casa, a unos 50 metros de donde estaban ellos  platicando.

Juan se dio la vuelta y en lo que iba caminando para montarse a la lancha encendió un cigarro y le dio un golpe bien jalado.

—Juan deja de fumar por favor-le dijo Juana tajantemente.

—No niña si es uno por ay, vos sabes, por los nervios—le dijo Juan casi a gritos mientras le cerraba un ojo y le tiraba un beso a la distancia.

Encendió el motor de la lancha después de tres intentos y emprendió viaje hacia la otra orilla del Gran Lago.

—Ala chocho hasta donde vine a encontrar el amor—dijo Juan mientras en el horizonte solo miraba agua.

Llego por fin a la otra orilla, se bajó de la lancha, la jalo hacia más adentro de la costa, se quitó la camisa y se acostó en una hamaca  y empezó a pensar:

—No hombre a mí no me gusta hacer esta chochada así, pero es la única manera. Ese viejo con costo me deja llegar a verla, menos que me la quiera dar en casamiento y yo no la voy a dejar, si yo la quiero a ella pues.

Ni modo todo porque soy pobre, entonces esta vaina así debe ser. Igual no vamos a ser los primeros en irnos de juida.

 

—Papa, Mama, buenas noches los quiero mucho, siempre recuérdelo—Dijo Juana.

—Si nos quisieras mucho, no dejarías que te visitara ese Juan dundo. Decime. ¿Qué futuro tenés ahí? Ninguno. Además eso que sentís vos que decís que es amor, eso no dura nada niña, es lo primero que desaparece con la rutina y de eso nadie se salva. Búscate a alguien que te de cosas para que no te aburras. De amor no se vive niña.

Anda échate mejor—le dijo su papa en tono colérico, mientras daba la vuelta y se marchaba.

La mamá le dio un beso en la cabeza y la persigno, y vio como se le salían las lágrimas del rostro de su hija.

Juana no pudo dormir nada y entre lágrimas empezó a alistar una pequeña maleta con algunas pocas cosas. Pasó horas imaginando como sería su nueva vida  junto a su amor y diciéndose que ella no se dejaría vencer por la rutina.

 

Llegó por fin la hora, Juan salió despacito de su casa, encendió la lancha al primer intento, encendió también los focos y empezó la marcha hacia la otra orilla donde él pensaba que Juana lo estaba esperando.

Hacía frío esa madrugada y la luna estaba llena, Juan encendió un cigarro y siguió la navegación.

Ya casi cuando estaba cerca de la orilla empezó a hacer cambios de luces con los focos de la lancha, apagó el motor, se bajó y acerco la pequeña embarcación, lo más que pudo tratando de hacer el menor ruido posible.

Cuando se incorporó Juana estaba ahí de pie con un vestido que pronunciaba la figura de su cuerpo, una bufanda y un  sombrero. Sus colochos jugaban al son del viento y a la luz de la luna su cara era como una pieza de arte pintada con oleos preparados en el cielo, sus pies descalzos y perfectos apretaban la arena húmeda y parecían haber sido tallados por los mismos ángeles. A Juan le pareció estar en un sueño.

Rápidamente se acercó y le dio un efusivo beso, tomó la maleta y la tiro para adentro de la lancha. Estaba ayudando a subir a Juana a la lancha cuando se percató que se estaban encendiendo las luces de la casa. Se apuró y casi a empujones se subieron. Mientras estaba intentando encender el motor jalando el mecate de arranque, noto una silueta humana de pie en el porche de la casa, se apuró a encender más de prisa el bote, pero nada, no encendía y sonaba como ahogado. Sus corazones palpitaban más rápido y Juana hecha un mar de nervio, empezó a llorar.

—Calmate amor, todo  va a estar bien, vení rápido, bajate  vamosno a una de las lanchas de tu papa.

Se bajó rápido Juan del bote y ayudo a Juana a bajarse, tomó la maleta y empezaron a correr hacia otra lancha que estaba como a 10 metros. En eso escucharon un disparo de escopeta. Juan voltio la cabeza y vio que venia corriendo su futuro suegro.

Empujó Juan a la Juana y de un salto se montó él. La maleta cayó al agua pero no la rescataron. Jaló el mecate del motor y encendió a la primera. Arrancó la lancha y empezaron a alejarse de la orilla mientras miraban el reflejo rojizo de los disparos que hacía al aire el papa de Juana.

Una vez lago adentro la Juana no dejaba de llorar y tiritar de frío. Juan a como pudo le quito las lágrimas de su rostro temeroso y tierno.

—Todo va a estar bien amor, tu papa no nos va a seguir, él ya está algo viejo para manejar estas lanchas y sus mozos llegan hasta la mañanita, a esas horas ya estamos bien escondidos.

—Ay juan lloro de tristeza pero también de felicidad, por fin vamos a estar juntos para siempre—dijo Juana calmándose y tratando de sonreír.

—Si amor  ¿viste cómo está el cielo y el lago de sereno? Así estaremos si siempre nos mantenemos juntos—le dijo Juan con tono alegre mientras encendía un cigarro.

Cuando Juana lo vio le dijo: —ya te dije que no hagas eso  que un día te va a matar. —estiró la mano para tratar de quitárselo de la boca y Juan como reflejo se apartó para evitar que ella lo tomara, pero abrió los labios y el cigarrillo cayó a la cubierta de la lancha y  encendió de inmediato una mecha de un buen manojo de dinamita con la que el papá de Juana solía pescar.

La Lancha explotó en mil pedazos.

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Alan Aragón, Masatepe 2017

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